Esa fue la noche que embriagado
por la sombra del alcohol te dejaste
embaucar por la estrategia y desgaste
de la dama lasciva y su pecado.
Perdido entre sus besos manchados
sobre ti la perdición invocaste
perdón para ti y tu acto suplicaste
con palabras sin poder arreglarlo.
Las lágrimas por ti ajaron mi rostro
marchitando ese ominoso septiembre
disuelto en el océano de mis ojos.
El tiempo sabe ser un buen maestre:
sin curar dio paliativo reposo
en la oquedad del antes latente
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