El velo gris de las nubes del cielo
se refleja en charcos iridiscentes
donde luchan el agua y el aceite
sobre la negrura del pavimento.
El azul apuñalado al ocaso
sangra en carmín sobre el horizonte.
amortaja al atardecer morado.
En la noche cerrada el naranja
a la bóveda deslunada hiende
mientras la luz roja del neón vende
su descanso a urbe que no descansa.
Y cuando el reflejo se torna en verde
el rayar del alba dura un momento
y explota la sombra a la luz en fuego
entre edificios de hormigón que miente.
Envidio tanto brillo que me rodea
porque dentro de mí, mi alma desciende
por una escala de grises que sumergen
el color en plomo que nunca espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario